Este es un libro que habla al oido de los musicos. Quien sepa escuchar, tambièn hallarà que le habla a los docentes, educadores y por que no a los psicologos y profesionales de la salud. A todos aquellos que puedan comprender que la cultura represiva ya no hay que denunciarla en el poder del estado o el ejercicio policíaco sino en las formas solapadas de humillación de los educandos so pretexto de trasmisión y formación.
Introducción
En
nuestra profesión (LA DEL MÚSICO) acostumbramos a creer que “querer es poder”, la intención de
este material es tratar de comprender que hay cosas que por mas que deseemos
realizar como músicos, o que nuestros alumnos realicen, no suceden a fuerza de
mera voluntad o insistencia. Necesitamos percibir que muchas veces aquello que
creemos no lograr por falta de “voluntad”, “ganas” o “dedicación” en realidad
no puede lograrse sin la instrumentación adecuada.
Lo
primero que necesitamos saber es que querer no es poder, querer es querer, un
motor para iniciar un recorrido. Para
poder hay que conocer bajo qué circunstancias, determinadas acciones van a
ocasionar aquel resultado buscado. Esto último sería el vehículo que es accionado
por el motor que es el deseo.
Gran
parte de este material se refiere a la Ansiedad por Performance Musical (APM),
comúnmente llamada Miedo Escénico, pues es uno de los factores que hace variar
enormemente el acceso de los músicos a sus objetivos interpretativos y
profesionales en general.
Las
situaciones de alta ansiedad, estrés, exigencia y otras emociones
displacenteras sumadas tanto a la performance musical, como al momento de
aprendizaje de la música, hacen bajar la capacidad cognitiva y la memoria
necesarias para poder desempeñarnos.
El
trastorno de APM por ser inhabilitante y de fuente de enorme frustración
profesional ha sido tratado médicamente en muchas ocasiones incluso con la
administración de fármacos. A pesar de que nuestra posición al respecto es la
de mejorar la pedagogía para resolverlo o evitar su aparición, podrá encontrar
en este trabajo una breve reseña de estas posiciones que circunscriben la APM
al terreno patológico y no pedagógico.
Para
poder hablar con propiedad de logros u objetivos cognitivos respecto de la enseñanza
musical necesitamos conocer cómo funciona el Sistema Nervioso Autónomo, ya que
las emociones y la memoria, funciones básicas para nuestra tarea, dependen de
él. En general los músicos no conocemos la terminología referente a las
neurociencias, además de que nuestros conocimientos sobre los aspectos
fisiológicos involucrados en la tarea de tocar son escasos. Al no encontrarse
contemplados estos en nuestra formación, es necesario que nos preocupemos
nosotros mismos por adquirirlos. Por este motivo y ya que son indispensables
para comprender lo que nos proponemos, incluimos en este trabajo una pequeña
sección dedicada e estos contenidos.
Podremos
concluir que no se trata de la obstinación de los alumnos en permanecer
ansiosos ni en un deseo de “llamar la atención” por medio de su discurso
temeroso y catastrófico, sino de la manifestación de una reacción biológica
defensiva ante un estímulo, la exposición, que se les aparece riesgoso por
acción del contexto, algo que simplemente no se puede resolver con el
voluntarismo del “querer es poder”.
Incluimos
a la APM, como ya hemos dicho mas arriba en un contexto pedagógico, entendiendo
que el docente necesita agiornase y especializarse mas allá de las áreas
teórico prácticas de su asignatura, en las modalidades de enseñanza pertinentes
para que el alumno pueda moderar sus exigencias y expectativas, obteniendo así,
el mayor rendimiento con menor costo emocional y físico.
Si
bien la pedagogía de “la letra con sangre entra” da buenos resultados técnicos
en nuestra opinión conlleva altos costos psicológicos y riesgo físico de
lesiones. En el marco de esta pedagogía suele verse a un alumno con APM como
alguien que no debió estudiar música, sin tomar en cuenta que es precisamente
el roce desmesurado en el contexto educativo el que despierta esta ansiedad.
Tal como un iceberg, en esta pedagogía “de garrote en mano” vemos solo las
cumbres, aquellos que pudieron hacer su camino profesional aún con los altos
costos. Pocas veces reparamos en lo valiosos que pudieron ser quienes
desistieron por presión del contexto. Por ejemplo cuando una situación de
exposición se transforma en algo donde el error pone en juego la dignidad del
intérprete, sin dudas esta situación se vivirá como una amenaza y ocasionará
ansiedad en quien la transita. Por último nos preguntamos, cómo puede alguien
con la dignidad lesionada subir a un escenario y disfrutar?
Generar
una pedagogía mas adecuada implica conocimientos sobre como articulan el plano
psicológico y biológico (motor y neuro) en el momento de aprender música o de
ejecutarla frente a otros. También conducir al óptimo vínculo intrapersonal,
ejecutante – guia e interpersonal alumno – maestro. Y plantearnos cómo mejorar
nuestro contexto académico en el sentido de moderar la competencia y el estado
de alerta necesarios para transitarlo cotidianamente. Por último debemos tomar
una posición, qué es la música como profesión? Un modo de demostrar habilidades
motoras y cognitivas que plantea un estatus social o un modo de transmitir
cultura siendo anfitriones de ella?
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